Hace tiempo que queríamos mostrar lo que representa para nosotros la angula y su pesca. Y qué mejor manera que grabar a uno de nuestros mejores pescadores en acción.
Quedamos con él a las 4:30 de una madrugada de cielo despejado y muy fría. Ya nos avisó: abrigaos que hará frío, sobre todo al ir en marcha en la embarcación. Así que toda capa extra de ropa era bienvenida. Nos llevó hasta su embarcadero situado al lado de una casa típica de la vereda del Río Adour y nada más salir del coche nos pidió que no habláramos alto ni hiciéramos ruidos fuertes para respetar el sueño de los que allí dormían. Esa sería la tónica general de la velada: el respeto.
Gatelier es un experimentado pescador de río que fuera de la temporada de angula se dedica a la captura de lamprea y anguila. Su abuelo y su padre eran anguleros en el Adour y él sigue la tradición con gusto. Le preguntamos sobre los cambios que ha sufrido la pesca de la angula y nos cuenta con gesto de «no mucho» que la pesca es exactamente igual. Lo que han cambiado son los materiales, sobre todo los de la ropa. Aunque también valora que los materiales más ligeros y resistentes de los útiles facilitan la tarea.
Pasamos una estrecha pasarela de tramex, no sin resbalones por la fina capa de hielo que la cubre, y embarcamos en un bote pequeño, sencillo y bien mantenido. Gatelier nos pide que mantengamos los chalecos abrochados y nos sentemos mientras la embarcación se mueve. No quiere disgustos a pesar de que las aguas de Adour están más que tranquilas.
Tras unos minutos de viaje nos acercamos a una orilla y echa ancla al fondo y a tierra para mantener la embarcación quieta. Pone los faroles de petróleo mirando al agua y prepara la caja donde volcará las angulas que capture con el tamiz. Éste tiene una longitud reglamentaria de 120cm y es de malla de acero ligero. Sumerge el tamiz una y otra vez, despacio, con cuidado y sin remover demasiado ni el agua ni el fondo. Vemos que trata la angula con delicadeza y mimo. No la zarandea ni golpea fuertemente el tamiz. Nos dice que respeta al animal por encima de todo y que sería fácil provocar alguna lesión a varias angulas en un mal gesto.
Los focos que llevamos no ayudan en absoluto a la pesca. Las angulas se ven atraídas por la tenue y amable luz naranja de los farolillos, pero la luz eléctrica y brillante las espanta. Con la paciencia de un Santo, pasa varias veces el tamiz capturando alguna angula cada vez (muchas, ninguna). Cuando se acerca la hora previa al amanecer cesa la pesca y empezamos a recoger. El frío se hace notar en las manos.
El trayecto de vuelta al embarcadero es agradable. Al acercarse vuelve a poner el motor al mínimo para no despertar a los vecinos y echamos amarres. En ese momento nos explica que la angula no puede salir del bote sin ser pesada y anotada. La trazabilidad de cada gramo de este animal tiene que ser impecable. Cada viaje, movimiento o cambio de vivero tiene que ser anotado. Nos cuenta que sin rellenar su talonario de capturas no saca el cubo de angulas ni siquiera al embarcadero.
Aprovechamos para hacerle alguna pregunta más y nos dice que la pesca de angula es muy aleatoria en cuanto a climatología, lugar de paso por el río… Se aprende a base de prueba y error. La intuición cuenta y el olfato les lleva a probar en una parte u otra del río. También nos cuenta que esta temporada ha arrancado muy floja y que apenas hay capturas. Ha llovido poco y ha habido poco movimiento de mareas. Eso influye. El año pasado alcanzaron el cupo del Adour en enero. Este año… seguramente lleguen hasta final de temporada.
Nos metemos en el coche con una sonrisa por la experiencia y un poco impactados por el trato que el pescador da a sus capturas. Las trata como lo que son, pequeñas crías de un animal maravilloso, y nos encanta.
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Comment
Muy buen aporte, muy recomendable! Un cordial saludo.